42. Navidad amplificada

Desempolvo el suéter de reno, preparo un tazón extra por la mañana y agradezco por la amplitud de las posibilidades.

Jamás creí alcanzar esta edad sintiéndome feliz y plena. De hecho, nunca pensé llegar a cumplir 42 años. Cuando una es una persona altamente sensitiva todo se amplifica y muchas veces, especialmente y en mi caso, en edades tempranas, se corre el riesgo de tragarse el llanto y asumir responsabilidades cargadas de pesadez. No obstante, el amor de mi familia y los amigos que este universo me otorgó me han permitido aprender a adaptarme, claro está, sin renunciar a mi corazón.

Este aprendizaje no ha sido plano. Ha tenido como dicen por ahí ups and downs. Hay días tibios, serenos y otros helados y turbulentos. Pero algo permanece, los diciembres de olas ventosas y reencuentros. Cada llegada de diciembre, se acerca mi cumpleaños. No suelo promulgarlo en altavoz, pero mi gente cercana suele recordarlo fácilmente. Así que, con las luces navideñas, el rompope y los tamales se asoma una nueva vuelta al sol. Durante muchos años, quise creer que no era de mi agrado este tiempo. Pero de alguna manera, logró brotar de mí lo contrario. Tal vez tuve miedo de sentirme tan feliz que luego ¡Plaf! viniera una tragedia. Y es que para quienes me conocen bien, me cuestan los grises en la vida – aunque trabajo en su búsqueda harmoniosa.

Así que este diciembre, luego de un año movido, de despedidas que no se escogieron, de caídas abrumadoras y recesión económica, abrazo la navidad con todas sus luces y sonidos. Desempolvo el suéter de reno, preparo un tazón extra por la mañana y agradezco por la amplitud de las posibilidades. Por los senderos recorridos con caminantes empunchados y risueños, por el apoyo recibido, por los ungüentos, por el internet que trae mensajes desde otras latitudes, por el zapateo de los viernes y las visitas cálidas. Abrazo un año más de vida y me alisto a celebrar estas fechas de manera amplificada y con la propuesta de prestar más atención al sonido bondadoso del espíritu, y no tanto al ruido de la mente. Enfocarme, escuchar amablemente, y respirar; todo de manera amplia y honesta ¡Esta Navidad la quiero vivir amplificada!

«Pensamientos amables – palabras amables – intenciones amables» por Budda Doodles

Boris en cuento corto para peques

Aquí junto a mí está Boris.

Boris es mi gato. Tiene ojos grandes y profundos.

Ronrrrrrronea muy fuerte.

Hoy está algo enojado,

porque llueve y no puede salir a chapusear.

Boris es mi gato.

Tiene tanta flexibilidad que me da miedo que un día

se haga chicle y no pueda desatorarse.

Boris es mi gato.

Es amarillo como la providencia.

Boris me dice con sus ojos cuanto me quiere

Y yo le respondo con mis manos

en su suave y cálido lomo.

Casi lo olvido, Santa Klaus le trajo a Boris un hermano:

Coquito.

Coquito ronrrrronea mucho más que él.

Juegan, cenan y duermen juntos.

A veces lo hacen separados, pero siempre se buscan.

Y en esta Navidad escuchan atentos Villancicos

en tres idiomas francés, inglés y español.

Me miran fijamente y creo que pronto también los cantarán.