La espiritualidad de la cultura

La cultura nos nutre. Nos espirualiza. Su valor es incalculable. Su valor es intasable.

Hoy tuve la vitaminica oportunidad de escuchar y ver en televisión al gran músico y cantautor Manuel Monestel. Nunca lo he conocido personalmente, pero siempre me deleitaron sus actuaciones en los hoy añorados Festivales de las Artes. La entrevista de hoy me abrió los ojos y me gustaría compartirlo.

Manuel de manera sencilla y honesta habló sobre la crisis del sector cultura e hizo una alusión hermosa que tocó mi alma. Yo no me había percatado de ello. La música es bastión. La música nos sostiene ¡Y sí, así es! Cuan cotidiano es escuchar nuestra música favorita y no pausar para sentir su magnificencia en nuestro cuerpo y espíritu. Manuel tal vez ya lo ha cantado antes en sus canciones, y esta vez en prosa lo narró. Y así como la música logra ese efecto, así también lo consiguen sus hermanas: la danza, el teatro, el cine, la pintura, la escultórica, la literatura, el humor por citar las que llegan a mi cabeza. El arte en general. ¡Cuán necesario es para nuestra vida!

Nota 1. Aun cuando leí por ahí que el arte y la cultura "son completamente diferentes", ya que se dice que el primero es solo "la manera en que se expresa las diferentes sublimaciones de una cultura, que va bien dirigida a la satisfacción" y el deleite, y la cultura por otro lado, " posee aspectos que influyen directamente en las relaciones sociales, políticas y  económicas de un individuo, grupo poblacional o país", en este mosaico ambos están intrínsicamente relacionados. Para mí, el arte deviene cultura y viceversa, en el momento en que el primero se interesa por su contexto, por su realidad. La plasma, la narra.

Esta epifanía tardó en llegar. Y es triste, ya que olvidar el valor del arte en la calidad de vida de las personas nos lleva al escenario actual. Uno de los sectores más afectados en esta pandemia, que parece no acabar, es la cultura. Miles de artistas en el mundo, cientos en nuestro país, que como bien menciona Manuel, han perdido todas sus formas de ingreso. Esto es desastroso y más aún están siendo privados de ejecutar su arte, su talento. El mundo entero se priva de ellos y ellas. No va a ser casualidad que las depresiones aumenten. Como bien dice Manuel: la posibilidad de compartir en un espectáculo, de generar ese intercambio energético entre audiencia y artista es incomparable. Ninguna licencia de zxxx, ni ninguna proyección 5D la puede igualar.

Mona Lisa en el Mobile World Congress por el artista urbano Salvatore Benintende, también conocido como TVBoy

Quizás descubro el agua tibia. La cultura en nuestro país -y en muchos otros puntos cardinales- no es relevante en el presupuesto estatal. Se vanaglorian los políticos en ella, aunque es un discurso hueco ¡Es doloroso! Este pensamiento se difunde. Dígale alguien a la mamá o al papá que quiere ser músico, actriz o bailarín para escuchar el «¡Quéeeee! quiere morirse de hambre». En un mundo patas pa’arriba como dijo Galeano, de que nos extrañamos. Mi invitación es a extrañarnos, a cuestionarnos, a revalorar las artes, su aporte a nuestra cotidianidad, a nuestro humanismo.

Nota 2. Debo mencionar que el término Cultura en este mosaico se refiere a las expresiones artísticas, a lo conocido como bellas artes y al humanismo: Al arte en general y en especial al descrito en la nota anterior. Asimismo, la cultura también significa ese conjunto de saberes, creencias, convenciones comunicativas materiales e inmateriales utilizadas por un grupo social (Cosmogonía y Cosmovisión). En ningún caso, la cultura debe ser relacionado o equiparada con civilización o educación. Así, todos las poseemos cultura; somos cultura. 

Por todo esto, la cultura no puede ser un privilegio para las élites; la cultura no puede encerrarse entre mármoles y terciopelos. La cultura y sus nutrientes deben estar al alcance de todas las personas, en las comunidades, en las plazas. La cultura nos nutre. Nos espiritualiza. Su valor es inmensurable. Nos corresponde a nosotras y nosotros revalorizarla en nuestras vidas, trasmitirla a las generaciones más jóvenes y demandar su lugar en nuestra familia, nuestra comunidad y nuestra sociedad. ¡Ojo! Exigir el arte como derecho humano fundamental, no como privilegio de una clase en particular. Que sea un derecho humano para las audiencias, y para quien ha hecho de el su pasión y forma de vivir, debe constituir un oficio con todos los componentes de un trabajo decente ¡No funciona de otra manera!

Lobster Band – Calypsonians con Cantoamérica (Costa Rica) / Concierto Asia-África-América Teatro Variedades, Costa Rica, 2010 Edición: Alberto Zamora (Ojalá Comunicación)