Primero de Mayo: joven y presente

Entre los desempleados, las y los jóvenes representan el 46% del total (10 millones)” y muchos mercados laborales de esta región presentan dinámicas de precariedad, donde los derechos laborales básicos son desconocidos por quienes trabajan.

1-mayoHe tenido la fortuna de crecer con la celebración del Día Internacional de los Trabajadores y las Trabajadoras como práctica personal y política. Y digo fortuna porque esta fecha conmemora hechos históricos de suma relevancia para la democratización de nuestros derechos laborales y humanos.

Memoria de lo acontecido

En 1886, a partir del 1° de mayo miles de trabajadores trabajadoras en la ciudad de Chicago, Estados Unidos, iniciaron marchas y huelgas, para protestar por las precarias condiciones laborales de las cuales eran objeto. Una de las demandas más significativas procuró la disminución de la jornada de trabajo, plasmada en la máxima: “ocho horas para el trabajo, ocho horas para el sueño y ocho horas para la casa”.

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Gravado alusivo a la Revuelta de Haymarket (Harpers)

En aquella época las condiciones de vida de los trabajadores… no podían ser peores: la jornada laboral llegaba hasta las 16 horas; el salario era escaso y sólo permitía ir malviviendo mientras había un puesto de trabajo en la Industria. Sus hijos trabajaban desde los 6 años, y las mujeres de noche para completar el salario familiar. La miseria y la explotación eran un lugar común entre las clases trabajadoras, así como la represión policial. No es extraño, por lo tanto, que los obreros intentaran terminar con esta situación a partir de la década de 1880. (Fundación Francisco Largo Caballero, UGT)

Aunque el carácter de las manifestaciones era pacífico, en varias ocasiones hubo disturbios y por ende fueron puestas en marcha fuertes medidas de represión policial. Este clima de alta efervescencia social llevó a un hecho lamentable, conocido como la “Revuelta de Haymarket”. Una bomba estalló generando el caos y la lamentable muerte de manifestantes, policías y personas civiles. Si bien a la fecha se desconoce quién activó la misma, ocho dirigentes del movimiento obrero, entre los cuales había jóvenes de 22 a 35 años, fueron culpabilizados. Luego de un proceso judicial cargado de irregularidades, uno fue sentenciado a trabajos forzosos, dos a cadena perpetua y cinco a ser ejecutados en la horca. Hoy los conocemos como los Mártires de Chicago.

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.. salen de sus celdas. Se dan la mano, sonríen. Les leen la sentencia, les sujetan las manos por la espalda con esposas, les ciñen los brazos al cuerpo con una faja de cuero y les ponen una mortaja blanca como la túnica de los catecúmenos cristianos. Abajo está la concurrencia, sentada en hilera de sillas delante del cadalso como en un teatro… Firmeza en el rostro de Fischer, plegaria en el de Spies, orgullo en el del Parsons, Engel hace un chiste a propósito de su capucha, Spies grita: «la voz que vais a sofocar será más poderosa en el futuro que cuantas palabras pudiera yo decir ahora». Les bajan las capuchas, luego una seña, un ruido, la trampa cede, los cuatro cuerpos caen y se balancean en una danza espantable…

– José Martí. (Quien en ese momento era corresponsal en Chicago del periódico La Nación de Buenos Aires)

El aporte social de esta fecha

En aras de reivindicar la gesta de estos pioneros líderes sindicales, durante el Congreso Obrero Socialista de la Segunda Internacional (París, 1889), se tomó el acuerdo de establecer la fecha en cuestión como el Día Internacional de los Trabajadores.

Este lunes se cumplen 131 años desde los hechos históricos de Chicago, no obstante, su vigencia es más que necesaria en nuestra agenda como personas trabajadoras jóvenes en dos sentidos.

Primero, promover y demandar el trabajo decente (TD) como un derecho humano esencial. En especial al tratarse de grupos vulnerabilizados como mujeres, jóvenes, migrantes, indígenas, agricultores y trabajadores de la economía informal. Según datos de la OIT “las personas jóvenes de América Latina y el Caribe enfrentan tasas de desempleo mucho mayores que las personas adultas. Entre los desempleados, las y los jóvenes representan el 46% del total (10 millones)” y muchos mercados laborales de esta región presentan dinámicas de precariedad, donde los derechos laborales básicos son desconocidos por quienes trabajan.

Así, empleos en igualdad de oportunidades, sin discriminación de ningún tipo, con protección social, en el marco de una normativa construida desde el diálogo social, con libertad sindical, en el sector público y privado, constituyen en conjunto el TD. De esta manera, el empoderamiento de la juventud sobre sus implicaciones y la necesidad de asociación para alcanzar incidencia política es una tarea impostergable.

Segundo, potenciar acciones hacia la justicia social. Sirva esta celebración para tomar la bandera de la lucha por una democracia social inclusiva y solidaria. Los hechos acontecidos establecieron las bases para el mejoramiento de las condiciones laborales. Si bien alrededor del mundo, como en Latinoamérica y el Caribe, se han alcanzado conquistas de gran impacto, aún existen situaciones las cuales deben ser erradicadas como son: el trabajo infantil y el trabajo forzoso. Igualmente existen otras que ameritan revisión inmediata a saber las condiciones de empleabilidad para jóvenes y la paridad por género.

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Por todo lo anterior, como jóvenes tenemos la responsabilidad social y política de conmemorar la fecha y socializarla con otras personas para 1°. Reconocer las luchas dadas por hombres y mujeres en otras latitudes y de las cuales somos beneficiarios(as) directos(as) 2°. Resguardar las conquistas laborales y promover su universalidad y 3°. Trabajar personal y políticamente, desde nuestra realidad, por cumplir con los principios del TD. Así, estamos contribuyendo de manera tangible con la consolidación de la democratización real de los Derechos Humanos de cada persona, sin referencia a su condición personal, social, cultural ni política.

Artículo 23.

Toda persona tiene derecho al trabajo, a la libre elección de su trabajo, a condiciones equitativas y satisfactorias de trabajo y a la protección contra el desempleo.

  1. Toda persona tiene derecho, sin discriminación alguna, a igual salario por trabajo igual.
  2. Toda persona que trabaja tiene derecho a una remuneración equitativa y satisfactoria, que le asegure, así como a su familia, una existencia conforme a la dignidad humana y que será completada, en caso necesario, por cualesquiera otros medios de protección social.
  3. Toda persona tiene derecho a fundar sindicatos y a sindicarse para la defensa de sus intereses.

Artículo 24.

Toda persona tiene derecho al descanso, al disfrute del tiempo libre, a una limitación razonable de la duración del trabajo y a vacaciones periódicas pagadas.

 (Declaración Universal de los Derechos Humanos, 1948)

Fuentes consultadas:

1° de mayo: Día Internacional de los Trabajadores (s.f).  En OIT Recuperado el 25 de abril de 2016. http://bit.ly/2pgSfbo

Día Internacional de los Trabajadores (24 abril de 2016). En Wikipedia. Recuperado el 25 de abril de 2016, de http://bit.ly/R7gW7m

La Historia del 1° de mayo (s.f). En UGT. Recuperado el 26 de abril de 2016, de  http://bit.ly/2oKcVaF

De la cordura y otras mentiras

“Nada es fácil en este tiempo de transición de un sistema-mundo a otro. Pero todo es posible –posible pero lejos de ser una certeza”. – I. Wallerstein

Alonso intentó moverse, pero la presión del magneto en su brazalete era simplemente demasiado fuerte. Ya no había tiempo de arrepentimientos. Si tan solo hubiera podido esconder el medicamento. Ser loco no era ya una cuestión de salud mental, sino de seguridad nacional.  La orden fue ejecutada hacía ya veinte años. Su madre, al igual que él ahora, también había sido recluida. Nunca más la volvió a ver. Recostado a la fuerza, Alonso Quijano recapitula la política de limpieza mental del gobierno. Todo comenzó en dos mil treinta. Era aún muy pequeño para recordarlo, pero su madre se encargó de anotar todo en la libreta.

Al principio, la campaña parecía tener fines benévolos. Tanto así que cada paciente fue voluntariamente a llenar la formula MIPS-01, Mental Illness Protection Statement, la cual requería que cada enfermo diera fe de sus padecimientos; sin embargo, eso era ficción, al igual que lo era la firma del consentimiento que solicitaban.El gobierno andaba detrás de una forma infalible de tachar a todos los enfermos mentales. Los doctores y sus expedientes estaban disgregados por todo el país, pero con este sistema lo lograrían tener todo. Una base de datos con foto, la cual además era complementada con muestra de ADN, toma de huellas dactilares, medición craneal, tomografía axial computarizada, encefalograma, muestra de orina y de heces – éstas últimas mera rutina. Finalmente, la cereza en el pastel: la aceptación irrestricta para colocarse en la muñeca izquierda el brazalete.

Debían admitir que lucía espléndido. Variedad de colores e incluso apps para corredores o amantes de la música. Era sin más un formalismo. En caso de emergencia, el envío de los agentes de la CIT, los Equipos de Intervención en Casos de Crisis, se daría sin tanto contratiempo. La ingenuidad fue asquerosa. Ya se corrían rumores de que los tales equipos eran protocolo para quedar bien con Human Rights Watch. No obstante, tal vez lo que motivó a los cientos de pacientes fueron los discursos recurrentes en la tele. Una joven esbelta portando un brazalete y vanagloriando la osadía de su rescate del suicidio, por parte de un agente de la CIT. Un veterano, quien peleara en Siria, llorando en su silla de ruedas, al estilo Tom Cruise, compartiendo la valiosa ayuda del equipo de terapeutas de CIT, quienes le escucharon cuando no tenía a quien acudir. La madre de un adolescente esquizofrénico comprando el brazalete con su hijo y éste luciendo extasiado con sus amigos saludables. Era todo un espejismo.

ND6789. Al escuchar la voz masculina, Alonso se estremeció, pero solamente lo necesario. Estaba tan acostumbrado a responder a este código. En ese momento, recordó justo el estuche de su primer brazalete. ND6789. Y ahora sintió bruscamente las manos ásperas del agente friccionando su muslo. Era hora de la inyección. No quiso abrir los ojos. Quería sentirse fuera de ese lugar. Quería maldecirse. Quería haber podido esconder mejor el medicamento. A quién engañaba, pensó. Ellos lo sabían todo. Simplemente se estaba auto-engañando. Despertó al oír nuevamente la voz y al sentir movilidad en su cuerpo. Sabía que era hora de tomar el sol. Alonso abrió los ojos y el dolor en la retina era insoportable. Él mismo se había negado abrirlos desde la última vez que lo privaron de sueño. Se incorporó en la camilla y veía sombras de hombres caminando como zombis hacia la puerta que daba al patio. Mecánicamente hizo lo mismo.

Al llegar y sentir los flashes recordó que todo era una farsa. La hora de sol era para cumplir con el circo del respeto a los derechos humanos. Ya solo había tres fotógrafos. Quince años antes era otra historia. No quiso caminar, estaba a punto de caer en la banca, cuando sintió una fuerte mano sosteniéndolo. Debes caminar. Se te van atrofiar más las piernas. Alonso no conocía al extraño, pero había familiaridad en su voz. Se dejó llevar. Caminaron juntos en círculo. El extraño no dijo nada y tampoco Alonso. Era el único contacto que tenían en seis meses. Y ambos estaban al tanto que sería el último. Luego de los comerciales instaurados en el inconsciente colectivo, todo cambió drásticamente. Los brazaletes se fueron convirtiendo en símbolos externos de anormalidad. El gobierno dejó caer las bombas. Era muy caro estar sosteniendo con los impuestos del pueblo a los enfermos mentales. Los medicamentos eran vulgarmente costosos. Los manicomios, antes llamados centros comunales de descanso, exigían más de lo que retribuían. Una salida debía llegar. El gobierno debía costear las cinco guerras en las que estaba inmerso. Así la prioridad bélica, no había posibilidad de socorrer la recuperación de los incurables enfermos mentales.

anciano afligido
Vicent van Gogh (1890)

Al principio fueron los sociópatas, luego los esquizofrénicos. Después de un juicio fugaz, de declaraciones prediseñadas de expertos en la materia, quienes alegaban la incapacidad de la reparación de los insanos, éstos fueron desechados. Se dieron manifestaciones por doquier, pero los focos de luchas eran tantos en un mundo hecho tan mierda que luego de dos años, nadie parecía inmutarse. No fuera a ser que un brazalete les hiciera compañía. Poco a poco, la CIT pasó a ser un espejismo aún más simplón. Los agentes fueron cada vez menos y la policía era quien se encargaba de dar respuesta a llamadas de emergencia que involucraran a enfermos mentales.

Al inicio eran trasladados, luego la brutalidad policial era inmediata y a vista pública. Al menos tres casos por semana de tiros a la cabeza eran reportados. Ni siquiera el gremio de siquiatras protestó. Ellos seguirían tratando depresiones crónicas, decepciones amorosas y suicidas incompetentes. Había suficiente para vivir. Medicamentos de por vida y citas a alto precio por toda la eternidad. ND6789. Alonso escuchó nuevamente la voz y sintió el cronometro en su brazalete. Tenía menos de cinco minutos para llegar a la camilla, antes de sentir la electricidad carcomiendo por enésima vez sus ligamentos. Con dificultad, alcanzó llegar y se colocó boca arriba. Maldijo en silencio, pero no lloró. Sintió el  magneto reteniéndole nuevamente el cuerpo. Era cuestión de meses para que fuera desechado. Apretó los parpados para intentar dormir, pero antes quiso recordar su efímero tiempo de libertad.

Contactó al housekeeping, por medio de un amigo. Ya había oído hablar de ellos. Se encargaban de hackear la base de la CIT. Borraban cualquier expediente a cambio de una exorbitante suma. Suprimida la información, el brazalete podía ser removido. Alonso vendió su riñón y consiguió el dinero. Tenía claro que debía dejar alguna suma no moderada para el medicamento, ya que no podría conseguirlo nunca más de forma no clandestina, sin ser sujeto de persecución por violar la ley de salud mental. Estuvo sin brazalete por algún tiempo. No el necesario. Cambio de trabajo, de novio.  A su madre la veía a la distancia salir a pasear al perro. Ella también portaba brazalete. Y portaba además la valentía de la cual él carecía. Su madre asistía a mítines de la poca resistencia contra la ley de manejo de la salud mental. Seguramente por eso la recluyeron. Al no saber de ella, Alonso supo que no la vería más y experimentó asco de su cobardía. En ese momento intentó llorar, pero escuchó nuevamente su código. No debía responder. Estaba ya familiarizado con la rutina. Gritar el código para causar temor a los otros. ND6789, la orden de desecho ha sido dada. Pero tiene suerte; no será sometido a tortura. Agradézcalo a que la guerra nos está quitando mucho tiempo, sino nos hubiéramos dado el gustico con su sensibilidad. Alonso quiso escupirlo. No había razón. Sí era afortunado.

Cuando su madre fue retenida, llegó a él de una manera extraña la libreta que ella guardaba. En sus páginas, se explicaba todo. Los brazaletes eran la entrada a una taxonomía táctica de la locura. Los locos que servirían para experimentos de prueba y error, los locos para el coco washing y potencial como soldados desalmados. Los locos pasivos, los locos contestatarios. La disposición final vendría eventualmente a cada grupo en el momento de su obsolescencia según los propósitos del sistema. ND6789,  ¿por qué carajos sonríe? Alonso no contestaría. Aun cuando había sido cobarde toda su vida, su disposición final se había firmado por su acción directa durante los últimos cinco años. Luego de leer las líneas de la BPD1001, su madre, supo que tenía que accionar. En la clandestinidad, inició a boicotear la conexión entre la base de datos de la CIT y la CIA. Ayudó a cientos a cruzar la frontera sur para emigrar a tierra libre de persecución por condición mental.

locura

Pero Alonso no culpaba a su madre. Alonso Quijano no culpaba su suerte. Comprendió en ese momento que su locura lo hacía libre. Libre de un sistema enajenante, contaminante. Ser loco lo hacía libre. Atado por un magneto, controlaban su cuerpo, pero no su mente. Claro, no era ingenuo. Estaban trabajando en ello; era cuestión de tiempo. Al menos con él, no pudieron. Cuando tiraron la puerta de su departamento, Alonso no fue por el medicamento. No intentó tirarlo en el inodoro. Sabía que ellos sabían. Alonso Quijano corrió a triturar el chip que contenía a todos los que habían cruzado la frontera. Así logró aceptarse. Sería apresado, pero eso ya no importaba. Y ahora boca arriba, la epifanía: decidió no esconder el medicamento. Decidió declararse loco, en un mundo donde la locura era simplemente una forma de clasificar lo diferente. Una estúpida creación científica para seudo-explicar verticalmente una normalidad ridículamente inventada. ND6789, ¿tiene algo que decir para el protocolo y no se lo preguntaré otra vez? Alonso decidió callar. Callaría y con eso ganaría una batalla de la cual supo hasta hace poco que era combatiente. Agente, sírvase entonces leer la sentencia. ND6789, su condición neurótica atenta contra nuestra constitución e impide el libre desarrollo de un país declarado libre de locura. Por lo tanto, en aras de la cordura necesaria para la preservación de los americanos, sea usted desechado. Qué quede en actas, que el cerebro del ND6789 deberá ser sometido a un escrutinio exhaustivo. Aún no logramos esclarecer cómo borrarle la estúpida sonrisa.