Pausa necesaria

El Covid vino como un fantasma a susurrarnos «pellizcate».

Escuché al sencillo y sabio Pepe Mujica decir que el asunto no es el Covid, sino la economía muerta. Él junto con otras personas de gran trayectoria desde lo local a lo global no pueden ser menos que gurús. Sí, es evidente y sumamente desalentador mirar alrededor. La desigualdad, la inequidad y la concentración de la riqueza acentúan los efectos de la pandemia.

No es solo el aumento del desempleo, la precaridad laboral, las muertes y el constante enriquecimiento de los mismos de siempre lo que me agobia. Me preocupan también otros efectos. Niños y niñas sin abrazos ni besos. Ancianos-as, y no dijo adultos mayores por gusto, confinados-as a la soledad. Personas extranjeras despreciadas y enjuiciadas simplemente por su condición de migrantes y por un desconocimiento producto de la mediocridad, para querer reflexionar y ser empáticos-as. Me da tristeza no poder abrazar árboles, ni cuidar a los hijos-as de mis amigas. Me cansa ir a la feria los domingos con temor de contagiar a alguien o contagiarme. Eso señores y señoras es lo que me aterra: la naturalización de la distancia social.

Esta epidemia nos muestra cuan vulnerables y distantes somos como especie, pero más aún nos enseña cuán patas’pa’rriba hemos pululado en este planeta. Cúanto desdén existe. Cúan abismales son nuestras condiciones. El Covid vino como un fantasma a susurrarnos «pellizcate».

Selecciono lo que leo, sino me sentiría completamente abrumada, pero entonces abro mis sentidos y tomo consciencia de que los problemas ya estaban. Xenobobia, pobreza, inequidad ¿Qué ha cambiado entonces? Han empeorado, dirán algunos- Yo pienso que ahora estas condiciones se metieron en nuestras casas, en muchas casas de almas herméticas, y se exponencian con el virus. Con su poder de alejarnos y engrandecer el odio.

En fin, mi propósito con este mosaico es pausar y respirar – Siento el tono gris, pero es real. Tengo necesidad de identificar mi tristeza. Es inevitable no sentir desesperanza. Escuchar odio hacia nuestra Zona Norte y no querer golpear a alguien. Pausa. Leer argumentos de empresarios-as descorazonados-as y no querer toserles. Pausa. Mirar el árbol robusto detrás de los barrotes y no querer maldecir el cerrojo. Pausa.

Así, mi consejo sería. Cierre los ojos y sienta. No visualize. No imagine. Sienta el miedo y la tristeza como expresiones válidas y saludables. Siéntase libre. Sientase preocupado-a. Siéntase herido-a por una economía muerta y un mundo que necesita pausar y tomar consciencia. Y así usted sabrá que la pausa le ha hecho recuperar un poco de humanidad.